miércoles, 13 de agosto de 2008

Identidad, diversidad, desigualdad

El siguiente texto integra una clase que Ana Abramowski e Inés Dussel elaboraron para el posgrado “Identidades y Pedagogía”, que cursé en FLACSO. Lo presento porque creo que nos acerca algunas ideas para pensar la identidad, la diversidad y la desigualdad en la escuela.
“En un libro de relatos que lleva por título "La sustancia del amor y otras crónicas", cuenta el escritor angoleño José Eduardo Agualusa que una joven, de padre quicongo y madre europea, educada desde pequeña en Estados Unidos, exigió ante el gobierno de Angola ser considerada negra. Su reclamo fue aceptado. Su hermana, de cabello dorado y ojos verdes, a la hora de realizar la misma petición, tuvo que explicar a los empleados que la atendían que es negro cualquiera que tenga ascendencia africana, por más remota que ésta sea. Pero fue inútil. El resultado: aún siendo hijas del mismo padre y la misma madre, la mayor fue considerada negra mientras que la menor recibió en sus documentos la designación de mestiza. Bromea Agualusa diciendo que si hubiera una tercera hermana, tal vez sería blanca. ¿Qué muestra este ejemplo? En principio, que la identidad no es algo obvio, que se desprenda de características biológicas innatas. Tampoco es algo acabado y estable, definido a priori. Además, aquello que somos se define en relación con los otros, en la medida en que los otros nos nombran y nos reconocen.
Ser blanco, negro o mestizo no es un hecho evidente como podría parecer a simple vista. Las categorizaciones raciales son construcciones sociales y varían según el tiempo y el lugar. Muchas veces ocurre que una misma persona es considerada blanca o mestiza en un país y categorizada como indígena o negra en otro. Una pregunta que surge de la escena relatada es qué la ha hecho posible; es decir, ¿por qué la joven angoleña de piel blanca reclama ser reconocida como negra? ¿Cómo y por qué se le ocurrió realizar esta petición? ¿Desde cuándo estos reclamos tienen lugar? Por otro lado, hay que recordar que la gran mayoría de las personas de ascendencias "mixtas", consultadas sobre si prefieren ser consideradas negras o blancas, elegirían ser categorizadas como blancas por las ventajas simbólicas y materiales que eso significa en la cultura occidental. Esto es una característica importante de las identidades: aunque son construcciones sociales, y en definitiva son relatos que las sociedades, los grupos y los individuos configuran sobre sí mismos, las identidades tienen efectos muy concretos en la vida de las personas, y se inscriben en sistemas de clasificaciones y de distribución de recursos y reconocimientos desiguales y asimétricos….
….El tema de la identidad y la diferencia es un problema que suscita muchas discusiones en la filosofía política, y en este apartado quisiéramos detenernos en algunos debates que nos parecen centrales, que hacen a qué hacemos con la identidad, cómo la consideramos, y qué lugar tiene en una sociedad republicana. En un difundido escrito que lleva por título "El Multiculturalismo y la política del reconocimiento", Charles Taylor plantea que esta propagación de las identidades minoritarias promueve "políticas del reconocimiento", es decir, políticas que tienen que ver con la afirmación cultural de las identidades. Para Taylor, el reconocimiento operaría en dos niveles. El primero sería el de la esfera íntima, en tanto la formación de la identidad del individuo supone el diálogo y la confrontación con los otros. El otro registro sería el de la esfera pública, donde la política del reconocimiento igualitario ha llegado a desempeñar un papel cada vez mayor (Taylor, 1993:59).
…Al mismo tiempo que se interrogan y repiensan los efectos de las desigualdades sociales, estructurales y dinámicas, sobre los aprendizajes escolares, hay que reflexionar sobre la construcción propiamente escolar, pedagógica, de la desigualdad. La institución escolar no solamente reproduce las desigualdades sociales sino que produce sus propias marcas exclusoras (cf. Dubet, 2003). La escuela recibe alumnos con trayectorias ya desiguales pero también sanciona y profundiza esa desigualdad, o no alcanza a revertirla. Hay en primer lugar problemas de acceso y distribución de la educación. Pero también es necesario analizar, en un registro cualitativo, las interacciones cotidianas al interior del sistema escolar y de las instituciones educativas, interacciones que incluyen las que se dan entre los propios adultos, entre los adultos y los niños y adolescentes, y dentro de los grupos de niños y adolescentes. La construcción del fracaso escolar y la discriminación por la nacionalidad, la discapacidad o el origen social son las maneras más conocidas en que esta desigualdad escolar se produce.
Estas cuestiones están estrechamente vinculadas a lo que algunos analistas consideran del ámbito de la psicología educacional o social y que nosotros preferimos colocar dentro del marco de la formación ética y política de los educadores: la consideración de los otros, las expectativas frente a los alumnos, las relaciones con el poder y el saber que se establecen al interior del aula, las formas de convivencia y de trabajo que se proponen. Y aquí volvemos al tema de la diferencia, porque es siempre la relación con la otredad la que se pone en juego. Estas son, a juicio de muchos actores del sistema, cuestiones centrales para repensar las formas en que la escuela se posiciona frente a la desigualdad y la diferencia. Por ejemplo, habría que cuestionar las formas, viejas y nuevas, en que las escuelas niegan o vuelven invisible el problema de la desigualdad: el desaliento de la inscripción de ciertos sectores de la población, la exclusión diaria de otros por la suciedad, el olor o la conducta, la subestimación de sus saberes o experiencias, o la culpabilización de las familias o de los chicos. Cabría preguntarse: ¿cuáles son los mecanismos específicamente escolares que operan produciendo las desigualdades escolares? ¿Dónde están localizados? ¿Dónde y cómo se han vuelto más persistentes? ¿En interacción con qué otras dinámicas producen esos efectos? ¿En qué actores y a través de qué formas concretas lo hacen? ¿Qué lugar ocupan en ellas la enseñanza y la transmisión de saberes? ¿Hay normativas al respecto, y qué efectos tienen? ¿Cómo son cuestionadas o contestadas estas formas de desigualdad? ¿Qué normas, resguardos institucionales, códigos de convivencia o mecanismos podrían pensarse para revertirlos? Estas son preguntas sobre las que sería necesario establecer programas de investigación y de intervención.”
Les propongo que reflexionen sobre algunas o todas las preguntas, desde sus experiencias escolares.

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