Este artículo lo enviió Edilia Poggi
Por Enrique Pinti
Dom. 17 de mayo de 2009 – La Nación Revista
Cada pueblo va construyendo un lenguaje, unas determinadas formas de hablar y expresar sus sentimientos y sus opiniones. Las épocas cambian y ese código de comunicación va tomando distintos giros y matices, pero conservando el tono y el acento madre del idioma original. Así, un español del Sur no habla como uno del Norte; un norteamericano de Nueva York tiene un acento diferente del que se crió en Florida, y un argentino cordobés se diferencia mucho de un porteño o un correntino. Pero todos hablan español o inglés. Esos diferentes acentos nacen de coordenadas sociales y regionales que tienen sus raíces en las tradiciones centenarias de esos pueblos y, por lo tanto, deberían ser respetadas, difundidas y explicadas para que todos nos comuniquemos con autenticidad, libertad y pureza. Hubo una época en que esos acentos sirvieron de identificación y pertenencia y, quien más quien menos, todos los conocían, pero previamente al proceso globalizador de los años 80 se comenzó a exigir (por lo menos en los pueblos de habla hispana) una "neutralidad" impersonal que creó híbridos sin gracia ni personalidad. Se había comenzado mucho antes, cuando en los doblajes de las series televisivas se escuchaba "aparca el carro", "va a haber una balacera" y "báñate en la alberca que yo abriré la nevera para saborear un mantecado". ¿Neutro? ¡De ninguna manera! Eso era una jerga idiomática usada en México y parte de América Central. Pero, así y todo, con nuestra tendencia cosmopolita de país abierto a todas las culturas, los argentinos incorporamos en la década del 60 todos esos modismos y los entendimos como en los 40 toda América latina había aceptado y gozado del argot tanguero que difundió el cine argentino de la época, ese que copó mercados y que desde Gardel hasta Libertad Lamarque, pasando por Sandrini, las mellizas Legrand y Niní Marshall, fue el mensajero de nuestro modo de vida y pauta cultural. Pero los 90 trajeron una intolerancia y un encierro idiomático inflexible que borró toda posibilidad de intercambio y acercamiento. Irónicamente, cuanto más comunicación y mayores posibilidades de viajar y conocer hubo, más se redujo el conocimiento de nuestros respectivos lenguajes, y por cuestiones de mercado y predominio cultural foráneo los pueblos fueron perdiendo esa maravillosa cualidad de interpretar y disfrutar de todos los acentos y características regionales que nos hacen diferentes e irrepetibles.
No se trata de convertir al mundo en una caótica Torre de Babel, pero sí de preservar y difundir nuestra cultura tal cual la vamos configurando en el día a día de nuestra existencia, porque sólo "pintando nuestra aldea" podremos ser realmente universales.
Hoy, torpes apetencias globalizadoras han hecho un "puré idiomático", mezcla de salsa, mambo y calé con toques de taco mexicano, cueca chilena y tango acrobático for export que al dinosaurio que esto escribe le parece un disparate. No hay nada que enriquezca más a un individuo que conocer a sus congéneres; no hay cosa más placentera que escuchar, saborear e intercambiar terminologías e idiosincrasias; que son los aspectos exteriores, pero no superficiales que nos hacen únicos e irrepetibles. Por eso, cada vez que se pide "neutralidad" me suena a renuncia forzada de mi personalidad y, también, a desprecio por la inteligencia y la apertura mental de mis hermanos hispanoamericanos. Yo pertenezco a la generación que disfrutó y entendió a Jorge Negrete, Cantinflas y María Félix; a Imperio Argentina, Margarita Xirgu y Lola Flores; que vibró viendo bailar a Carmen Amaya y al ballet folklórico de México; que se divirtió en carnavales inolvidables con joropos, cumbias y tarantelas mezcladas con tangos y milongas. Odio lo neutro, sinónimo de lo híbrido. Somos lo que somos y sólo siendo quienes somos seremos "internacionales" en buena ley. Y así como nosotros supimos el significado de nevera, alberca, aparcar, carro, balacera, coge un taxi, tío, gilipollas, botija o mariachi, que ellos aprendan nuestros heladera, pileta, estacionar, auto, tiroteo, tomate un tacho, pibe, pelotudo, pendejo o tostado mixto. El saber no ocupa lugar y la identidad es lo último a lo que cualquier ser humano debe renunciar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario